El fósforo es uno de los 16 nutrientes que la planta necesita para vivir y que son absorbidos del medio de cultivo. Otros vitales para su supervivencia son el carbono, el hidrógeno y el oxígeno, que son absorbidos del aire y agua, y que en condiciones normales nunca escasearán a lo largo de un cultivo. El fósforo, símbolo químico P, es a su vez un macronutriente junto al nitrógeno (N) y el potasio (K), los 3 elementos más empleados por la planta. Y también es un nutriente móvil, o sea que puede moverse de una zona a otra recolocándose allá donde sea necesario para suplir inicialmente cualquier carencia.
El fósforo es imprescindible para la fotosíntesis, la respiración celular y en general todo el metabolismo energético de la planta. Forma parte del ADN, algunas enzimas y proteínas. Penetra en la planta a través de las capas externas de las células de los pelos radiculares, de las puntas de la raices y en ocasiones también a través de las micorrizas, hongos que crecen en simbiosis con las raíces de muchos cultivos. Una vez dentro de la raíz, puede quedarse almacenado en esta área o puede ser transportado a las partes superiores de la planta, según las necesidades.
El adecuado suplemento de fósforo durante el cultivo permite que las plantas operen en condiciones óptimas y que el crecimiento y floración no tenga ninguna anomalía. En cambio, ante una carencia de este nutriente causa como primer efecto y más acentuado la reducción en el crecimiento de las hojas así como en su número. El crecimiento de la parte aérea es zona visible, ya que el crecimiento de la raíz también se reduce, produciendo una menor masa radicular.
Al tratarse de un elemento móvil, se trasladará a las hojas más jóvenes, lo que fuerza que las hojas más viejas creen necrosis, adquieren un color morado/bronceado, se arruguen, sequen y terminen cayendo. Las más jóvenes serán las siguientes si la planta continúa sin recibir este nutriente, sufriendo finalmente una defoliación masiva. Otros efectos de las deficiencias de fósforo en las plantas incluyen el retraso de la madurez de los cogollos así como una resistencia más baja frente a enfermedades.
Ante una carencia de fósforo, lo primero es comprobar que estamos regando con un pH adecuando, además de comprobar el pH del sustrato. Ambos deben oscilar entre 5.5 y 6.5. Tampoco es mala idea comprobar la EC del sustrato para comprobar que no haya un exceso de sales, en tal caso debemos hacer un ligero lavado de raíces. El zinc o el hierro, entre otros, bloquea el fósforo y no permite su asimilación. Y lógicamente, recurrir a algún abono o suplemento rico en este nutriente, los minerales actúan antes mientras que los orgánicos tardan un poco más.
Ante un exceso de fósforo, se bloquean otros nutrientes como el calcio, cobre, magnesio o zinc, por lo que lo que se pueden manifestar en las hojas algunas carencias de estos elementos, normalmente ocurre en la fase de floración y en cuanto comenzamos a usar los potenciadores de floración. La solución pasa por inmediatamente dejar de usar este tipo de abonos y continuar sólo con el abono base para esta etapa. En casos severos, procederemos a lavar las raíces con un pH estable, eliminando del sustrato todos estos elementos tóxicos, y comenzando de nuevo el régimen de abonado en dosis más bajas.