Estamos en épocas de cosecha, el momento preferido de todo cultivador. Después de meses de cuidados y la inversión realizada, cada vez se ve más cerca el final de la temporada. Pero todavía queda el secado y el curado. Ambos garantizarás que una buena cosecha pueda convertirse en una excelente cosecha en el caso de hacerlos correctamente. O el el caso de hacerlo de manera incorrecta puede que una buena cosecha termine en la basura.
Una planta recién cortada merece el mejor trato. De nuestras decisiones dependerá que la cosecha se seque en perfectas condiciones y sin riesgos, o que por el contrario nos la juguemos a que un hongo, la botrytis, haga acto de presencia y nos llevemos una gran decepción al comprobar que todo el trabajo de meses se ha echado a perder. Así que siempre se deben tener en cuenta cuales son las condiciones óptimas de secado.
Por un lado la temperatura debería rondar los 19-24º. Y por otro la humedad en torno al 55-60%. Cualquiera puede suponer que hay muchas variables. Una temperatura y humedad alta, siempre favorecen la aparición de hongos. Una temperatura alta y una humedad baja, acelera el secado. Y una temperatura baja y una humedad alta, hacen que éste sea más lento. Cada persona en este sentido debe adaptarse a su zona climática y si está en alguno de los extremos, tomar medidas.
También es muy importante la ventilación, ya que evita en gran medida la aparición del hongo. Si pensamos que si durante el cultivo las variedades más propensas al ataque de la botrytis son las de cogollos grandes, compactos y especialmente en zonas poco ventiladas, durante el secado no es menos. Suele ser complicado conseguir estos valores, pero cuanto más se aproximen habrá un menor riesgo de pérdida de cosecha y un aumento de calidad de la misma.
Tras tener claro cuales son unas buenas condiciones de secado, es el momento de secar las plantas. Para ello principalmente existen dos métodos. El más empleado, que es colgando las ramas bocabajo de una cuerda, cordel, alambre o similar. Y el segundo, es secar los cogollos sobre una superficie. Ésto conlleva ciertos riesgos, como una peor ventilación cuando se usan superficies completamente lisas. Pero no sucederá si usamos una malla de secado, ya que están concebidas para ésto mismo.
Una malla de secado es un utensilio muy simple, muy económico, que ocupa poco espacio cuando lo usamos y no ocupará nada cuando no lo necesitemos. De diferentes formas y tamaños, básicamente se trata de una estructura que cuenta generalmente con varias alturas. Su tejido perforado, permite una excelente ventilación aún cuando los cogollos reposan sobre él las alturas permiten secar una gran cantidad de hierba.
Las mallas de secado más usadas son las que se cuelgan del techo, ofreciendo hasta 8 alturas algunas de ellas. Son circulares o cuadradas, siendo las circulares las más apropiadas cuando se usa un armario de secado o incluso un armario de cultivo cuando no se está usando. Los huecos que quedan contra las esquinas, favorecen el flujo de aire cuando se instala un pequeño extractor, siendo sin duda la opción más interesante y la que mejores resultados ofrecerá.
Para el secado de cogollos en estas mallas, siempre es mejor hacerlo en pequeñas ramas o incluso sólo los cogollos sin rama. Cada día o cada dos días, iremos suavemente dando la vuelta a todos ellos. Siempre se debe revisar alguno de los cogollos más grandes y compactos. Hongos y algún que otro gusano se pueden alojar en su interior, lo que podría indicar que otros cogollos correrían la misma suerte.
Se sabe cuando los cogollos están secos y listos para proceder al curado, cuando al tacto los notamos crujientes y las ramas se parten con un chasquido seco en lugar de doblarse. El primer día que se introducen los cogollos en botes para el curado, es habitual que en pocas horas su textura haya variado. En lugar de crujientes están gomosos. Ésto se debe a que la humedad del interior del cogollo sale al exterior. Con sacarlos del bote y ponerlos un día más sobre la malla de secado, es suficiente.