Los cultivos de marihuana nos dan principalmente grandes alegrías, ver día a día como de una semilla conseguimos una preciosa planta que nos proporcionará una deliciosa cosecha. Pero no siempre todo es tan bonito y mil peligros acecharán nuestros cultivos, desde los más habituales como puede ser algún ataque de hongo o plaga, los malos cuidados que le podamos dar, y una de las peores circunstancias, la aparición de alguna planta macho, lo que a estas alturas significará quedarse sin una planta que aunque aún estamos a tiempo de reemplazar, no alcanzará el tamaño que desearíamos ni la producción que cabría esperar.
Como ya todos sabemos, la marihuana tiene dos sexos al ser una especie dioica. De nuestro interés son las hembras, las que producen las flores resinosas o cogollos que después fumaremos. Los machos, a no ser que tengamos en mente polinizar alguna flor hembra para conseguir algunas semillas para próximos cultivos, los desecharemos en cuanto los detectemos. Pero también nos podremos encontrar con plantas hermafroditas, plantas que genéticamente contienen los dos sexos, lo que quiere decir que una planta de marihuana hermafrodita nace hermafrodita pero nunca se hace hermafrodita.
Diferenciar una planta de marihuana macho de una hembra es muy sencillo. Si partimos de semillas feminizadas de primera sabremos que contaremos con plantas hembra, aunque los caprichos de la naturaleza hacen que el cannabis sea una especie que cuando se le somete a determinado estrés, pueda llegar a mostrar alguna flor el sexo opuesto y que no tiene nada que ver con el hermafroditismo. Unas malas condiciones de cultivo, pueden ser suficientes para que una hembra produzca alguna flor macho con el riesgo que ésto supone.
La polinización en el marihuana se da cuando polen de las flores masculinas en suspensión entra en contacto con los estigmas de los cogollos o flores hembra, lo que comienza en la formación de la semilla en el cáliz. Las plantas hembra que fecundadas gastan la mayor parte de su energía en la formación de las semillas, así que los cogollos son más pequeños, tendrán menos masa vegetal y si la polinización ha sido totalmente descontrolada, podremos tener cientos de semillas en cada cogollo, lo que supone mucha menos cosecha y de peor calidad.
Mientras que en interior podremos forzar mediante el control de los fotoperíodos la floración de una planta, en exterior ésto sólo sucede una vez pasado el solsticio de verano, tras el cual las horas de luz comienzan a disminuir y las duración de las noches a aumentar. Las plantas reciben esta señal como una proximidad de la siguiente estación, por lo que deben completar su ciclo antes de la llegada del otoño o invierno. Pero una vez las plantas alcanzan la madurez sexual, aproximadamente a las 6 semanas de crecimiento y no todas, en sus nudos superiores muestran lo que llamamos preflores que nos darán las primeras pistas sobre su sexo y antes de que comience la floración.
Así que los primeros indicios del sexo de una planta, los buscaremos pasadas las 6 semanas y siempre en los nudos superiores. Ni la forma de la semilla, ni las estructura de la planta nos dará ésa información por mucho que se pueda llegar a leer. Ni los machos son más o menos vigorosos, ni el espacio entre nudos es más o menos espaciado, ni las hojas son distintas. Si durante toda la fase de crecimiento no vemos ninguna preflor, tampoco nos debe preocupar, una vez comience la floración saldremos totalmente de dudas.
Las plantas de marihuana hembra, en sus nudos producen una única preflor o cáliz en forma de gota de agua y de cuyo extremo salen dos pelitos blancos o estigma y que forman parte del pistilo (ovario, estilo y estigma). Una vez comienza la fase de floración, los cálices se agrupan formando los cogollos. Cada cáliz puede formar una semilla, sólo basta contar los cálices del cogollo más pequeño para hacernos una idea de las miles de semillas que tiene la posibilidad de fecundar una planta hembra.
Las plantas macho por otro lado en los nudos producen unas pelotitas redondas, sin ningún estigma, una sola o formando racimos de varias preflores colgantes. Estas preflores con el tiempo terminan abriendo, dejándonos ver su aspecto de típica flor y liberando a los pocos días una gran cantidad de polen de color amarillento. En condiciones favorables el polen de una planta macho puede desplazarse más de 2 km, lo que no es un peligro para nuestro cultivo, si no para todos los cultivos en un radio de 2000 metros.
Y por último las plantas hermafroditas o sometidas a algún tipo de estrés podrán mostrar los dos sexos en cualquier momento del cultivo, quizá no sea hasta floración avanzada lo que supone también quedarse sin una planta y toda su cosecha, ya que la mejor opción pasa por no arriesgarse a que alguna de esas flores macho pueda polinizar otras plantas de nuestro cultivo, y cortarla a ras del sustrato, meterla en una bolsa de basura y tirarla al contenedor. Si durante la fase de crecimiento en una hembra nos aparece alguna preflor macho, podremos eliminarla e investigar si puede ser debido a algún estrés que corregiremos. Si sigue produciendo preflores macho, sin pensarlo mucho la cortaremos y tiraremos.