Esta semana leíamos que la concejalía de Sanidad y Salud del Ayuntamiento de Valencia lanzaba una campaña para prevenir el consumo de la marihuana. En él se contaban una serie de datos y afirmaciones sesgadas que vamos a comentar.
Lo primero que nos llama la atención es el comienzo, donde afirman «el mundo de la marihuana está en manos de manipuladores que alterna genomas de plantas que jamás se hubieran cruzado en la naturaleza. Así, la maríahuana más apreciada hoy en día procede de plantas transgénicas que no se generan libres en la naturaleza, sino que son productos de laboratorios».
Por «alteración del genoma», suponemos que no se referirán al cruce de dos diferentes variedades. Si fuese así, el cruce de dos razas de perros sería una manipulación genética, o el hijo de una persona de color y otra blanca también.
¿Plantas transgénicas? Hace unos días podíamos también leer que Monsanto, ahora propiedad de Bayer, cultivaría cannabis con semillas transgénicas. Y ha sido la primera. Faltarían muchos años para que se comenzaran a cultivar semillas de marihuana transgénica en todo caso. Lo más preocupante, es que el 78% de la soja, el 33% del maíz, el 64% del algodón o el 24% de la colza que se producen en el mundo sí son transgénicos.
Si en algún caso se refieren a las semillas feminizadas, tampoco sería verdad. Aunque para su «fabricación» se empleen sustancias químicas, no deja de ser sólo un estrés voluntario que fuerza la producción de flores del sexo opuesto. Algunas variedades como las sativas tailandesas o africanas son muy propensas al hermafroditismo y a autofecundarse. Aunque de otro modo, las feminizadas se consiguen usando este concepto.
«La proporción de THC en el cultivo del cannabis ha pasado de un 5 % en los años 60 hasta un 30% en la marihuana de los últimos años, por lo que poseen mayor toxicidad (por su capacidad de producir taquicardias intensas), así como mayor capacidad de crear adicción.
Los análisis de cannabinoides son relativamente actuales, por lo que a ciencia cierta no sabemos la potencia de la marihuana de los años 60. Tampoco fue hasta los 70-80 cuando comenzó el boom cannábico y empezaron a verse los primeros bancos de semilla. Es cierto que sobretodo de Estados Unidos están llegando una nueva hornada de híbridos con cantidades de THC a las que no estábamos acostumbrados, rozando en ocasiones el 30%. Para hacernos una idea, del peso de un cogollo casi la tercera parte sería resina. Pero vendría a significar que la marihuana de hace 40 años tan sólo tenía un 1,5% de THC, algo irrisorio.
«No es cierto, según cita el informe, que el THC sea un producto natural que se encuentre en la planta del cannabis, pues en su estado verde y natural no contiene el compuesto. Lo que sí tiene es su precursor; el THCA que, a diferencia del THC, no posee propiedades psicoativas.»
Efectivamente la planta verde contiene THCA, un cannabinoide que no contiene efectos psicoactivos. Mediante un proceso natural llamado descarboxilación oxidativa, se transforma en THC. Repetimos que es un proceso natural, se produce con el paso de los días. Nosotros podemos acelerarlo mediante calor.
Que el THC no es un producto natural, sería como decir que el café en grano no es un producto natural porque está tostado.
«Un consumo continuado genera adicción, mala memoria, menor velocidad de respuesta, aumento de la tensión arterial, trastorno depresivo afectivo, cuadros de ansiedad, agresividad, una mayor probabilidad de sufrir cáncer de pulmón que con el tabaco y, como última consecuencia, la muerte.»
Hace unos años, el investigador Wayne Hall, de la Universidad de Queensland, en Australia, realizó una revisión publica en la revista Addiction sobre resultados de estudios sobre el consumo de cannabis durante los últimos veinte años. En ella se dice que se calcula que el 10% de las personas que consumen marihuana desarrollan dependencia. Cuando se comienza a consumir en la adolescencia sube al 16,5%. En cambio también se dice que los consumidores que desarrollan dependencia al tabaco es de un 32%. A la heroína un 23%, a la cocaína un 17% y al alcohol un 15%. Y de todas éstas drogas, y con respecto al tratamiento de la adicción, los consumidores de marihuana que buscan ayuda muestran menos efectos adversos sociales y para la salud.
Manuel Guzmán, catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Investigación sobre Cannabinoides, contaba con respecto a la relación de la marihuana con el cáncer no estaba bien establecida. En muchas ocasiones cuando se fuma marihuana también se fuma tabaco, por lo que es complicado identificar qué efectos se deben a cada sustancia. Además se ha demostrado que los cannabinoides pueden tener un efecto inhibidor del desarrollo del cáncer que contrarresten el efecto del humo.
«La tolerancia social actual de la marihuana no es producto de la casualidad, sino que responde a estrategias que vienen desarrollándose desde hace años por diferentes grupos de interés como la industria agroquímica, un «nuevo monopolio» que además fomenta el nacimiento de «clases sociales»: Los «ricos» que plantan y consumen su propia «maría» y los pobres que compran la droga con todas las connotaciones que ello conlleva.»
Cabe destacar que la mayor estrategia social sobre la marihuana fue la prohibición en EEUU y el convencimiento a otros países para que hiciesen lo mismo. Curiosamente son los EEUU los que dieron los primeros pasos para revocar esta decisión que ya viene durando décadas.
La tolerancia es fruto del autoconvencimiento de cada uno en que la marihuana no es tal como la habían criminalizado. Que no existe mucha diferencia entre fumarse un porro o tomarse una cerveza salvo la permisividad con una y con otra.
«La consecuencia más directa es que los fondos de inversión ganen grandes cantidades de dinero», aseguran en el informe. En 2018, el mercado de la marihuana en Estados Unidos enriqueció a la industria con casi 11 millones de dólares. Según la estimación estadística de FORBES, de seguir la tendencia, en 2025, el beneficio ascenderá hasta los 24 millones de dólares. Una riqueza no compartida entre las naciones cultivadoras: «no salen de la pobreza».
Aún no conocemos las cifras del año pasado en Estados Unidos, pero en 2017 obtuvo casi 9.000 millones de dólares en ventas según Tom Adams, director de BDS Analytics, y encargado de hacer un seguimiento a la industria del cannabis. También estimó que serían 11.000 millones de dólares en 2018, y 21.000 millones de dólares en 2021. Una ligera diferencia de ceros. Además la marihuana que se consume legalmente en Estados Unidos, se cultiva en Estados Unidos, no de una «nación cultivadora que no sale de la pobreza».
Pero no sólo éso, sino que se han creado trabajos y nuevas oportunidades de negocio. Hay más de 10.000 licencias activas para negocios cannábicos, entre los que se incluyen cultivadores, fabricantes, minoristas, dispensarios, distribuidores y laboratorios de pruebas. Más de 121.000 personas trabajaban en el año 2017 en este nuevo sector y ese número está en crecimiento. BDS Analytics calcula en en 2021 podría ser de casi 300.000.
La consecuencia directa de la ilegalidad de la marihuana, es que genera narcotráfico para abastecer la demanda. Es ésto lo que enriquecen principalmente mafias. Algunos estados son un ejemplo de que cuando es el estado quien recauda los impuestos millonarios de una industria legal. Los beneficios económicos han ayudado a los estados donde la marihuana ha sido legalizada a canalizar los ingresos tributarios de la venta del medicamento a campos como educación y la infraestructura, así que la riqueza es compartida.