Cuando se cultivan semillas autoflorecientes en interior, conviene tener en cuenta varios aspectos que os contaremos en este post. Pese a que se suele decir que son variedades de exterior, bajo luces artificiales pueden ofrecer unas grandes cosechas. Pero también tienen sus inconvenientes que también explicaremos.
Comenzamos resumiendo qué son las variedades autoflorecientes. El cannabis cuenta con 3 subespecies. Índica, sativa y ruderalis. Las índicas proceden principalmente del Hindu Kush, son plantas generalmente compactas, de floración corta y efectos narcóticos. Las sativas proceden de las zonas tropicales del planeta, desde Jamaica o Colombia, hasta Tailandia, Isla Reunión o Senegal, son plantas grandes, de floración generalmente muy larga y efectos muy psicoactivos.
La tercera especia, la ruderalis, procede de las zonas frías del hemisferio Norte, principalmente Siberia. Su interés hasta hace poco más de una década era prácticamente nulo. Bancos de semillas como The Seed Bank y después Sensi Seeds, llegaron a ofrecer y todavía ofrecen algún híbrido con ruderalis. También hay que decir que nunca fueron sus variedades más demandadas.
Las ruderalis se caracterizan por sus bajos niveles de THC, lo que ha servido para no despertar el interés de nadie. Pero también porque a diferencia de todas las demás variedades, no dependen de fotoperíodos para completar sus ciclos. Aproximadamente crecen durante unas 3-5 semanas, e independientemente del fotoperíodo comienzan a florecer. En total, se suelen cosechar en aproximadamente 8-9 semanas desde que se germinan.
Al cruzar estas variedades con bajo THC y autoflorecientes con variedades de marihuana con altos niveles de THC, se consiguen varias cosas. Por un lado aumentar los niveles de THC del cruce resultante. Y por otro lado se hereda el gen autofloreciente, que se consigue fijar en siguientes generaciones para conseguir semillas 100% autoflorecientes.
Lejos quedan las primeras autoflorecientes que se comenzaron a ver hace 10 años. Eran plantas muy pequeñas, poco productivas y de efectos moderados. Hoy en día algunas autoflorecientes alcanzan los 2 metros de altura, los rendimientos son muy buenos, y tanto en sabor como en efectos son muy difíciles de llegar a diferenciarlas de las variedades fotodependientes, incluso para el más experto.
Al igual que en exterior, a las semillas autoflorecientes podemos ofrecerles unas condiciones que harán mejorar su productividad. Lo primero, es tener en cuenta su corto período de crecimiento. Durante las 3-5 primeras semanas, debemos garantizarnos que las plantas alcancen el máximo tamaño posible. Ésto influirá positivamente en su producción.
Los tan útiles trasplantes que se suelen hacer con las variedades fotodependientes, con las autoflorecientes es preferible no hacerlos. Los estreses afectan a las plantas y entre las consecuencias está un parón en su crecimiento. Y un trasplante supone un estrés. Cuando el período de crecimiento es tan limitado, cualquier parón supone un crecimiento final menor .
La mejor opción es usar grandes macetas desde el primer momento. Un buen tamaño serían macetas de 11 litros con una densidad de 9 plantas por m2. Para evitar espigamientos durante los primeros días, puedes empezar rellenado la maceta tan sólo hasta la mitad de sustrato. Poco a poco añade más sustrato para corregir ésto tan común y que puede llevar a que la planta se tumbe por su propio peso.
En cuanto al sustrato, como siempre es preferible apostar por un sustrato de calidad y con gran cantidad de nutrientes. Ésto va a garantizar un desarrollo rápido de las raíces y un crecimiento vigoroso de la zona aérea. Es posible que no necesitemos usar ningún tipo de abono de crecimiento durante esta fase si hemos usamos un sustrato muy enriquecido
En cuando a los fotoperíodos, la gran ventaja que contamos con el exterior es que podemos ofrecer una mayor cantidad de horas de luz. El fotoperíodo más común es de 18 horas de luz y 6 de oscuridad, el mismo que se suele usar para variedades fotodependientes en fase de desarrollo.
En floración es diferente. Se podría usar el típico de 12/12 que se emplea para forzar a las plantas fotodependientes a florecer. Pero como aunque aportemos más horas de luz, las plantas florecerán igual. Además, a mayor cantidad de horas de luz, mayor será la producción. Lo más común es continuar con un fotoperíodo 18/6.
Los inconvenientes de las semillas autoflorecientes en interior son varias. Por un lado, salvo contadas excepciones no son plantas esquejables. Es decir que de una semilla únicamente podremos obtener una planta. A una planta fotodependiente en cambio, aunque no la consideremos una planta madre siempre le podemos sacar algún esqueje de las ramas bajas. El motivo es que su gen autofloreciente hace que no se puedan mantener nunca en estado vegetativo una vez comience la floración, a las 3-5 semanas. Y antes de este tiempo, la planta no llegará a ofrecer alguna buena rama para esquejar.
Otro de los inconvenientes es que para ofrecer unos rendimientos similares a los de una variedad fotodependiente, debemos aportar como hemos dicho más horas de luz. En toda la fase de floración gastarán un 50% más de electricidad por esas 6 horas diarias de luz extra. A su favor es que ninguna variedad fotopendiente cultivada desde semilla ofrece cosechas tan rápidas, por lo que este gasto no será tan prolongado en el tiempo.